Durante mucho tiempo, las mantillas y las peinas parecían pertenecer a otro siglo. Eran piezas que uno asociaba con trajes tradicionales, ceremonias religiosas o fotografías antiguas. Sin embargo, en los últimos años han vuelto a despertar interés, no solo como parte del vestuario regional, sino como elementos de moda que se reinterpretan con nuevos estilos. Lo que antes se guardaba en los armarios de las abuelas, hoy se redescubre como un accesorio lleno de historia y personalidad.
El resurgir de estos complementos no es casual. La tendencia hacia lo artesanal, lo único y lo que cuenta una historia real ha hecho que muchas personas vuelvan la vista a lo que antes se consideraba “anticuado”. Ahora, tanto diseñadores como amantes de la moda experimentan con materiales y combinaciones distintas, logrando que estos símbolos de elegancia se adapten a los tiempos modernos sin perder su esencia.
De símbolo cultural a complemento de estilo
Las mantillas tienen una historia larga y rica. Originalmente, eran prendas de uso cotidiano en la España del siglo XIX, especialmente entre las mujeres de clase media y alta. Servían como prenda de abrigo ligera y, con el tiempo, se convirtieron en símbolo de recato y elegancia. En eventos religiosos o celebraciones solemnes, su presencia era casi obligatoria.
Con el paso de los años, dejaron de usarse a diario y pasaron a formar parte del atuendo tradicional en ocasiones muy concretas, como procesiones o bodas. Pero la moda, como todo, va en ciclos. Hoy, las nuevas generaciones redescubren su belleza desde una perspectiva diferente: no como una imposición de etiqueta, sino como una forma de expresión estética.
El cambio está en cómo se combinan. Las mantillas modernas no siempre siguen las reglas estrictas del protocolo. Algunas se llevan con trajes contemporáneos, vestidos de fiesta e incluso con prendas urbanas, creando contrastes que resultan muy atractivos visualmente.
Las peinas, un detalle que nunca pasa desapercibido
Ninguna mantilla luce igual sin su complemento perfecto: la peina. Más allá de su función práctica, la de sujetar la tela y darle altura al conjunto, este accesorio se ha convertido en una auténtica pieza de joyería. Las peinas actuales se fabrican en materiales muy diversos, desde el tradicional carey o el acetato hasta el metal, la madera o incluso el acrílico con diseños grabados.
Cada una tiene su carácter. Las más altas y ornamentadas siguen siendo un clásico en las celebraciones formales, mientras que las versiones pequeñas y minimalistas se usan cada vez más en eventos modernos, como bodas o fiestas, donde se busca un toque elegante sin caer en el exceso. Lo interesante es que las peinas ya no se limitan a acompañar una mantilla: muchas se utilizan como accesorio independiente, sujetando recogidos o adornando moños de forma creativa.
Esa versatilidad ha sido clave para que recuperen protagonismo. Se han convertido en un punto intermedio entre la tradición y la moda contemporánea, capaces de aportar un aire sofisticado a cualquier look sin necesidad de recurrir a un vestuario clásico completo.
Nuevas interpretaciones para un accesorio antiguo
El rediseño de las mantillas en los últimos años ha estado marcado por la búsqueda de materiales más ligeros y versátiles. Los tejidos tradicionales de encaje siguen siendo los favoritos, pero se combinan con mezclas de seda o tul para lograr un efecto más fluido y cómodo. Algunas versiones incluso incorporan bordados de colores o pequeños toques metálicos que las hacen destacar sin parecer rígidas o antiguas.
En los desfiles y sesiones fotográficas, se han visto combinaciones que hace una década parecían impensables: mantillas con pantalones, peinas junto a prendas de cuero, o versiones cortas usadas como chal sobre vestidos contemporáneos. Esa reinterpretación demuestra que lo clásico no está reñido con lo moderno, y que el valor de una prenda puede reinventarse si se la mira con nuevos ojos.
Un trabajo artesanal que sigue vivo
Aunque muchos modelos actuales se fabrican de forma industrial, todavía existen talleres que elaboran peinas y mantillas de manera artesanal. En ellos, el proceso sigue siendo prácticamente el mismo que hace un siglo: tallar, pulir y decorar a mano cada pieza. En el caso de las mantillas, el encaje y el bordado se realizan con una precisión que requiere horas de trabajo y mucha experiencia.
Estos talleres, repartidos por distintas regiones de España, son guardianes de una tradición que se resiste a desaparecer. En muchos casos, los artesanos adaptan sus diseños a las tendencias actuales sin perder la técnica heredada. Y lo cierto es que el público lo valora: cada vez más personas buscan piezas únicas, hechas con dedicación, que se alejen del consumo rápido.
Además, el interés por lo artesanal ha atraído a una nueva generación de creadores. Jóvenes diseñadores aprenden las técnicas tradicionales para aplicarlas en proyectos actuales, mezclando materiales modernos con métodos clásicos. Esa combinación de respeto y reinvención ha devuelto prestigio a oficios que durante un tiempo parecían relegados al pasado.
Mantillas más allá de los eventos formales
Durante años, las mantillas se asociaban únicamente a procesiones o actos religiosos, pero poco a poco están ganando un lugar en la moda civil. Cada vez es más común verlas en bodas, tanto de invitadas como de novias que buscan un toque distinto. En estos casos, se adaptan a colores suaves (blanco, beige, marfil) y se combinan con vestidos de líneas sencillas.
Incluso fuera de las ceremonias, hay quienes las utilizan como complemento decorativo o de abrigo ligero en fiestas al aire libre. La clave está en cómo se integran en el conjunto: una mantilla puede transformar por completo un look si se coloca con gracia y se acompaña de los accesorios adecuados.
Lo mismo ocurre con las peinas, que han pasado de ser un detalle reservado a las grandes ocasiones a convertirse en un accesorio cotidiano. Algunas marcas incluso las incluyen en sus colecciones de bisutería o accesorios para el cabello, lo que demuestra que su atractivo sigue intacto.





